La visita al hospital

La visita al hospital

by May 28, 2012

Desde hacía un tiempo padecía unos dolores musculares en torno al estómago y las ingles. Tras varias visitas me enviaron a ver al especialista, aquel día fui todo lo contento que se puede ir a un hospital, pero la idea de que me curase podía con el resto.

Era el último de todos, serían cerca de la una y media o dos de la tarde, como es manía en los hospitales todo se había atrasado, me quedé solo en la sala de espera, para distraerme eché un vistazo a la ficha de la citación, pude comprobar que me iba a tratar una doctora, lo que no me agradó en absoluto, no quería que fuese así porque para estos temas prefería un hombre, ya sabéis por aquello de la intimidad. Pensé que sería veterana, de aquellas que no se sorprenden ya por nada, eso me tranquilizó un poco, pero solo un poco, porque otro pensamiento se me cruzó por la mente, ¿como reaccionaría mi cuerpo al quedarme desnudo y ser tocadas algunas de mis partes por una mujer?. Quise marcharme por no hacer un ridículo histórico pero mi subconsciente exigió quedarme después de tantos meses de espera.

Apareció por la puerta una mujer y citó mi nombre con voz grave, era anchota, pelo corto y aspecto viril, tipo luchadora grecorromana, ya me entienden. Al tiempo que me resigné me complací por otro lado, al menos no estaba buenorra y no me ponía nada, pero al entrar en la consulta percibí una voz mucho más joven y femenina invitándome a sentarme. Mi semblante se transfiguró, era bastante atractiva, muy amable, con ojos negros un tanto rasgados, y una cuidada melena larga algo rizada color cobrizo, no llegaba a treinta años, con generosos pechos, sin llegar a la mítica talla 90, y se cubría con esa bata blanca de médicos que puestas en una mujer hermosa nos ponen tantos. Nos quedamos solos en la consulta, la enfermera salió a unas diligencias, menos mal pensé al menos hago el ridículo ante una sola persona.

Tras un examen sobre aquello que me aquejaba, indicó inmediatamente que me desnudara y tendiese sobre una camilla que se encontraba al fondo de la consulta. Se levantó y amablemente la dejé pasar, y a la vez que descorría una cortina blanca no pude evitar recorrerle el cuerpo con la mirada y así poder contemplar mejor el tipazo que le hacia su estrecha cintura generando sensuales curvas, tenía un cuerpo precioso, muy fino y bien definido, marcado por unos pechos muy golosos y un culo apetitoso, su altura sería alrededor de 1,70, aunque parecía un más alta por los zapatos negros de medio tacón que calzaba. Estaba exquisita. Ya mi pene estaba inquieto, era realmente una mujer atrayente y me daba mucho morbo con aquella bata de médico. Cada vez estaba más intranquilo, sabía lo que iba a suceder tarde o temprano, aterrado me tendí desnudo sobre la camilla y se quedó mirándome inmutablemente, yo me la comía con la vista y cada vez me gustaba más, desde mi ángulo le adivinaba sus sinuosos pechos y a través del hueco de la botonadura pude percibir que no llevaba nada debajo, veía unas piernas desnudas, intuí que para evitar el calor prefería quedarse en ropa interior, no en vano la bata la cubría como si fuese un vestido durante las horas que permanecía en la consulta.

Se pueden imaginar la escena, tras colocarse unos guantes de látex,  inició la exploración, hurgándome y apretándome el abdomen, ingles, entrepiernas, e incluso testículos. Con tanto manoseo de aquella cándida y bella médica, me despertó la lívido y pasó lo que tenía que pasar, ante su vista en un instante mi polla comenzó a enderezarse en demasía mostrando todo el capullo fuera, quedándose dura, tiesa y pletórica, yo no sabía donde meterme y quería desaparecer lo antes posible, me moría de vergüenza, la situación se me hizo tensa, al momento escuché su voz tranquilizadora expresándome que no me preocupase, que era algo normal y era una profesional acostumbrada a esto. Eso fue lo peor ahora sabía que no lo había pasado por alto y por si fuese poco me lo hace saber sutilmente, me sentí humillado y carne de cachondeo para años con sus colegas. Mientras tanteaba no sabía que hacer para entretenerme, quise pensar en otras cosas para de esta forma pretender bajar la erección, no fue posible, por si faltaba algo ella de vez en cuando rozaba sutilmente mi pene y mi vello rizado. Creía que pronto iba a comenzar a gotear, que me iba a correr, que no podría más.

Al pronto su voz se hacía cada vez más nerviosa, irregular, y sudaba en demasía, estaba algo sofocada, pensé que estaría cansada por la dura jornada o tal vez la circunstancia no era tan habitual como me indicó y de la misma manera estaba nerviosa y sobresaltada, algo comprensible no en vano tenía un buen nabo empinado y vigoroso ante sus ojos y acariciaba el cuerpo desnudo de un hombre; yo miraba de reojo su silueta con su culito, sus tetas, y sus bonitas piernas mientras se inclinaba hacia adelante, me encontraba muy avivado, ya sabéis, mi erección no bajaba. Cerré los ojos y para mi sorpresa sentí como acariciaba y apresaba mi pene, le frotaba la piel de abajo hacia arriba y viceversa, en seguida caí en la cuenta de que aquello no era parte del reconocimiento, ¡¡¡ me estaba masturbando!!!, y lo hacía con apetencia, con deseo, con ansia,…. le dio un lametón al miembro con la lengua desde los huevos hasta la punta e inclinándose lo metió en su boca comenzando a chuparlo y lamerlo al unísono. Dicho sea de paso, me relajó la tensión que había experimentado momentos antes, al margen de la satisfacción sexual proporcionada, lo agradecí y me sentí aliviado por romper la barrera sexual que existía entre los dos, ya no era yo con la médico, era yo y una mujer, ya no me avergonzaba de estar empalmado y poder correrme, es más me sentía orgulloso.

Decidí seguir el juego y para estimularla, e incentivando mis deseos, introduje la mano derecha por debajo del batín médico, y como intuía solo llevaba puesta la ropa interior, le sobé delicadamente una de sus piernas hasta llegar al culo, palpándole y oprimiéndole las nalgas, inmediatamente pasé la mano abierta por la abertura del coño y acariciándola por encima de las braguitas, estaba humedecida y cada vez más alterada y jadeante insistía más en la mamada introduciéndola hasta el fondo, de pronto dejó de comérmela y se desabotonó la bata médica, mostrando un sujetador muy erótico y unas pequeñas braguitas de color amarillo ajustadas a sus partes, se despojó de ambas prendas dejándose la bata y los tacones, sus prominentes tetas con sus oscuros pezones saltaron al aire con naturalidad hacia adelante y los lados, tenía el coño sin depilar, aunque no recargado de vello, parcialmente rasurado con solo una hilera en el pubis, ¡¡¡que espectáculo para mi vista y morbo me daba verla así con sola la bata puesta y los tacones!!!.

Sentándose cara a cara sobre mi vientre, desnuda solamente con la bata y los tacones, estiró los brazos hacia atrás apoyando las manos en la camilla, se la introduje paulatinamente por la vagina mientras su cuerpo se estremecía y deslizaba sobre mi pene erecto, comenzando con movimientos suaves y sinuosos que acabaron con embestidas más profundas, entraba y salía, ella llevaba el mando, tumbado le cosquilleaba el vello púbico y los costados con la yema de los dedos, hasta que me incorporé para lamerles aquellas tetas que saltaban ante mis ojo, se las sobé hasta comerles y recomerles los duros y crecidos pezones, a la vez se contoneaba sobre el pene realizando movimientos circulares aumentando cada vez más la excitación, el éxtasis llegó cuando se levantó un poco y con un movimiento rápido y bruco empotró la polla hasta dentro corriéndose plenamente y a satisfacción. Tampoco tardé mucho en correrme, no pude contenerme, no podía más…, me venía…

Seguidamente me incorporé y aprovechando la corrida le ordené apresuradamente que se colocase de rodillas, fue sumisa al mandato, sujetándole la cabeza le introduje el pene en la boca hasta la garganta y sin sacarla le follé la boca mientras esparcía semen en su boca que, instintivamente formó un círculo estrecho ajustándose a la polla, la cadencia de la penetración era intensa aunque a veces la intercalaba con envites más suaves, aprovechó para despojarse de la bata blanca, permaneciendo solamente con los tacones negros. No quería sacarla de su boca, estaba henchido y pletórico, me deleitaba en follarle y llenar de leche caliente a la doctora  que se acariciaba el sexo, mientras notaba el bamboleo de sus pechos rozando mis piernas, me daba muchísimo morbo, solo la extraje cuando finalicé de correrme. Estábamos excitadísimos.

Fui a recoger mi ropa para vestirme y marcharme, cuando atrajo mi atención su voz sensual diciéndome que no la dejara así, sus cabellos resbalaban por su espalda, y colocándose de espaldas, sin quitarse los tacones, con las manos apoyadas sobre una mesa me insistió en que la follara fuerte y duro por detrás. Ante esta oferta, me arrimé empalmado y con las manos recorrí primeros los muslos interiores hasta llegar al coño, pasándole una mano de abajo hacia arriba y viceversa, estaba muy mojado y caliente, de la misma manera que yo lo estaba, la masturbé para ponerla aun más cachonda, algo que conseguí por como respiraba, y sin darle tiempo a que se corriera nuevamente, se la empotré suavemente, llegando hasta el fondo, le encantó y me reclamaba que continuase, cogiéndola por la cinturita empecé a bombear metiéndola y sacándola acrecentando la intensidad a medida que se la introducía, solo escuchaba jadeos y gemidos de placer, eso sí nos reprimíamos en los gritos para que no pudiesen escucharnos desde fuera, inmediatamente sin dejar la acción le tomé las tetas que le colgaban y bamboleaban de un lado a otro, se las besé, magreé y acaricié los afilados pezones, aquello resultaba muy apetitoso para los dos, elevábamos el grado de fogosidad, fue entonces cuando me chupé dos dedos y se los introduje por el culo retorciéndolos dentro para dilatarlo y engrasarlo, mientras continuaba follándomela, ella no esperaba esta reacción por mi parte, la avivé excesivamente, “Ummmm sí…sí…así… ,…más…más…más polla, más polla…” expresaba al mismo tiempo que uno y otro alcanzamos el orgasmo llenándole todo su interior de mucha, mucha, mucha leche caliente.

En aquellos instantes, tenía penetrada a la doctora por dos orificios, la vagina con la polla y el ano con los dedos, su éxtasis era sobresaliente, resolví sacar el pene y metérselo por el culo ya parcialmente dilatado, al conocer mi intención se agachó un poco echando su bonito culo hacia atrás elevándolo un tanto, era una clara invitación a que se la metiera por el ano cada vez más abierto, con la polla lubricada la enculé poco a poco introduciéndola hasta el fondo por el recto, los dos empujábamos, ella hacia atrás moviendo su culo al compás de las penetraciones, a la vez que con un brazo la rodeaba por el talle con la otra mano introducía tres dedos en la chorreante vagina dándole en el clítoris. Le partí el culo, nos dolió a los dos al principio pero disfrutamos muchísimo, empujando las caderas yo hacia adelante y ella hacia atrás, no cabíamos de satisfacción ante tanto placer.

Acabamos sentados en un sillón cercano, ella todavía sobre mí, yo me encontraba con las piernas extendidas, ligeramente separadas, apoyando la cabeza y los hombros sobre el espaldar, la alcé y abrí las piernas cogiéndolas por los chorreados muslos interiores mientras continuaba cabalgándola y le daba por el culo con pasión, entrando y saliendo, ver sus tacones en sus pies me ponía más fogoso, acomodé sus piernas colgando de los laterales de la silla y le volví a hurgar en el coño con tres dedos y con el pulgar le cosquilleaba los vellos del pubis, a la vez que le comía la boca con la lengua hasta la garganta, mientras le sobaba y palpaba los pechos, primero desde su redondez inferior para escalar hasta la aureola y pellizcarle los pezones atornillándoselo, llegamos al unísono a un extraordinario orgasmo con salvajes corridas por parte y parte, gemía y lloraba de deleite, estaba seducida por como me la había follado y todo lo que había sentido en su ser. Acabamos agotados.

Al llegar a casa, me preguntaron como me había ido en la consulta, les dije que muy bien que ya prácticamente no tenía nada, que debía continuar con el tratamiento, esto era cierto; el resto no cabía, no podía decir que le había echado tres polvos al médico, uno por delante y dos por detrás, uno de ellos por el culo, que me había hecho una mamada y una paja, le había follado la boca, lo había sobado y le había comido los pechos en varias ocasiones. ¿Verdad que no?.