Me olvidé de apagar el teléfono móvil
Llegué a la fiesta de la empresa con pocas ganas la verdad, sabía que los compañeros y compañeras de la empresa sólo iban a hablar del puto trabajo, de hecho fue mi esposo quien casi me “obligó” a ir.
-No seas tonta a lo mejor te diviertes y en el mejor de los casos puedes que le caigas bien a alguno de tus superiores. ¿Quién sabe? Es posible que incluso obtengas un ascenso. –Me dijo mientras esbozaba una de sus sonrisas burlonas que tanto me molestaban.-
Cuando el taxi me dejó a la puerta del restaurante aún estaba indecisa, al bajar tuve que hacer un esfuerzo para que mi falda de color negro y ceñida a medio muslo, no me pasara una mala faena, bajé del coche y nada más entrar pude comprobar que se respiraba un ambiente festivo y de cordialidad en el interior, también, todo hay que decirlo, de hipocresía, ya que algunos compañeros que no se llevaban en la oficina ahora reían y bebían juntos.
Había al entrar un par de camareros con todo tipo de aperitivos, recogí lo que parecía un “Margarita” y me metí como pude en el ambiente de los compañeros, que debo agradecer, me ayudaron a entrar en ambiente, bueno, en cierto modo más de uno ya estaba más que ambientado por el exceso de alcohol. La cena discurrió por los cauces normales, hablando de esto y de lo otro, con los compañeros que tenías al lado. Duró más de una hora y así estuvimos hasta que pasamos a la salita de baile contigua, una salita expresamente diseñada para ese tipo de fiestas o de banquetes. Buena música, buen ambiente, buena combinación de luces, ya saben, donde una puede sentirse relajada alejada de lo cotidiano del mundo real.
En la cena uno de los jefes de departamento, Elder, no dejaba de mirarme. Había notado ya desde mucho antes, su incómoda mirada lasciva sobre mí. Me sentí algo molesta porque él no quitaba la vista para disimular, al contrario se mantenía fijamente sobre mí, sobre mi falda, sobre mis piernas envueltas en unas medias de color gris oscuro y sobre mi escote. Elder era separado, de poco más de treinta años, con fama de mujeriego y un tanto bocazas. Había nacido en Venezuela y era muy moreno, bueno no era negro pero sus rasgos faciales eran de un mulato centroamericano. Iba mucho al gimnasio y su cuerpo fornido y chocaba con su inteligencia. Diríase que la naturaleza sólo le dio la mitad de las virtudes, la física por que la intelectual se la quitó nada más nacer creo yo. Era el encargado del almacén y tenía a su cargo a un grupo de trabajadores casi tan brutos como él.
No le hice el menor caso y pude disimular entre los compañeros, que me encontraba totalmente metida en el ambiente. Pasado un rato tuve que ir al aseo a hacer pis, con mi copa aún en la mano crucé la penumbra de la pista de baile y me dirigí al fondo del recinto, donde una puerta daba a un largo pasillo que a su vez terminaba en una esquina, justo al final de esa esquina habían dos puertas una de los aseos de señoras y otra, colindante a ésta, de los caballeros. Empujé la puerta y entré, dos compañeras estaban charlando en ese momento dentro mientras esperaban a una tercera a que terminara de hacer pis. Nos saludamos y entré en uno de los reservados. Puse la copa sobre la loza de la cisterna, me remangué la estrecha falda negra y bajé mis bragas hasta las rodillas, inclinándome mi cuerpo hacia adelante con la intención de hacer pis. Una vez hube terminado, me incorporé y tras colocarme mejor los ligueros que sujetaban mis medias, me subí nuevamente las bragas y acto seguido volví a colocar la falda en su sitio, no sin antes dar una mirada alrededor de mi cuerpo por si notaba algún desarreglo. Me sentía bien, esa era la verdad, cogí mi copa y abrí la puerta del reservado, me miré una última vez en el espejo y sacudí de un lado a otro la cabeza para soltar más aún la melena rubia que cubría mi cabeza.
Fue justo al salir del aseo de mujeres cuando me encontré con Elder, él estaba apoyado en la pared, diríase que me esperaba, me sobresalté pero seguí mi camino en dirección a la pista de baile, justo al otro lado del pasillo. Elder me agarró por un brazo y me obligó a detenerme.
-¡Espera un poco! ¿Me tienes miedo? –Me dijo en un tono desafiante-
-¡No! ¿Por qué había de tenerlo? –Le respondí muy seria-
-Es que noto que me estás esquivando esta noche. –Me replicó él-
Yo no contesté sólo separé el brazo que me tenía agarrado, pero no me retiré. Él comenzó entonces a decirme que sólo quería tomar unas copas conmigo, que no tenía por qué preocuparme, que me encontraba muy elegante, que era la mejor de la fiesta, en fin, un adulador de esos que a veces tienes que soportar. Bueno, conversé con él diciéndole que no tenía ningún inconveniente en hablarle pero que había venido sola a la fiesta y sola tenía intención de divertirme esa noche.
A partir de ahí ya no se separó más de mí, hablaba y hablaba, me traía una copa y otra y otra, en fin se convirtió en mi sombra. Una de las veces decidí sentarme en uno de los cómodos sillones que recorrían el recinto, ya que me encontraba verdaderamente cansada de las piernas, pues los tacones altos que llevaba esa noche me estaban pasando factura.
El alcohol también estaba haciendo su efecto y él lo notaba. Ahora estaba sentado a mi lado con su cara pegada a la mía susurrando palabras ininteligibles, pues el volumen de la música me impedía escuchar nada de él. Ya llevaba conmigo casi hora y media, cuando decidí nuevamente ir al aseo y le pedí que aguantara mi copa mientras iba a hacer pis, asintió y me levanté con dificultad sabedora de que su mirada estaba puesta sobre mi sinuoso culo. Me dirigí al aseo y tras cruzar el pasillo que ahora me pareció interminable, abrí la puerta del aseo de señoras y me dirigí al mismo reservado de la vez anterior, empujé la pequeña puerta y entré. Lo mismo que antes, remangarme la falda hasta la cintura, bajarme las bragas hasta las rodillas e inclinarme hacia adelante para dirigir el chorro de mi orín hasta el urinario. Me sentí feliz de vaciar mi vejiga y cuando terminé y me limpié con el papel la puerta se abrió de un golpe y caí para atrás, sorprendida y aún con el susto en el cuerpo traté de incorporarme, fue entonces cuando vi su silueta primero y después con total claridad. Era Elder.
-¡Oh disculpa nena! No sabía que estabas en este. –Me dijo mientras estiraba su mano para tratar de ayudar a levantarme-
No dije nada, estaba aturdida por el golpe, la sorpresa y la situación. Estaba despatarrada sobre el urinario, con la falda por la cintura y las bragas a la altura de las rodillas intentando con dificultad incorporarme. Él entró hacia el habitáculo y me agarró por las muñecas, me alzó hasta ponerme de pie y luego me soltó. Intenté intuitivamente subir mis bragas, pero Martínez lo impidió con sus manos. Se acercó a mi cara y me besó, mientras, su cuerpo se había pegado al mío. Lo empujé como pude y lo aparté de mí, acto seguido me bajé primero la falda y caminé unos pasos a trompicones, ya fuera del reservado me incliné hacia adelante y me subí las bragas de dos o tres movimientos. Él me agarró entonces por la cintura, desde atrás y pegó su vientre contra mi culo, pude notar claramente su miembro erguido a través de la falda y sus pantalones. Le recriminé su actitud y él se disculpó enseguida.
Mientras volvía hacia donde estaba el bullicio, me pidió perdón y dijo que lo sentía. Yo no contestaba nada, sólo caminaba. Al llegar a la zona de baile me dirigí hacia la puerta de salida y él me siguió algo distante, quizá para no despertar sospechas. Ya una vez fuera del edificio y en vista de la hora que era, más de las dos de la madrugada se ofreció a llevarme en su coche y dejarme en casa, como una muestra de lo arrepentido que estaba. Aún no sé como acepté, de veras, quizá por el alcohol que me estaba haciendo pasar un mal momento.
En fin, acepté y me subí a su coche, me encontraba mal, bastante mal, la cabeza me daba vueltas y empezaba a tener mareos. Elder abrió la ventanilla del lado del copiloto para que me diera el aire, eso amainó mi malestar inicial. En un momento dado le dije que se detuviera pues tenía náuseas, cosa que hizo inmediatamente. Me bajé del coche y tras esperar unos minutos y comprobar que no llegaba a vomitar me subí de nuevo al vehículo.
Él me comentó de pasar un momento por la oficina, que allí se me pasaría un poco para no llegar en ese estado a casa, que mi marido pensaría mal si llegaba en ese estado, y muchas cosas más. Decidí dejarme llevar y fuimos a la oficina, allí tenemos un pequeño botiquín para casos de urgencias laborales, así que me tomaría una aspirina y me lavaría la cara y después rumbo a casa, ya más repuesta.
Llegamos al edificio de oficinas donde está ubicada nuestra empresa, el vigilante nocturno al reconocernos nos dejó pasar pues Elder es un directivo medio de la empresa. Subimos en el ascensor y directos a la 6ª planta, a mi oficina. Una vez dentro me dirigí al baño y me lavé la cara con abundante agua, también me mojé el cuello. Elder apareció con un café de la máquina y dos aspirinas, me las tomé y me senté en uno de los sillones de las visitas. Pasado un tiempo ya me encontraba mejor, así que mientras Elder se encontraba en el servicio, rebusqué en el bolso y saqué mi paquete de cigarrillos, cogí uno y lo prendí. Inhalé el penetrante humo y me dejé llevar por el relax.
Apenas había encendido el cigarrillo cuando sonó mi teléfono móvil, rebusqué entre mi bolso y la llamada se cortó. Comprobé quién había llamado y reconocí el número, Carlos, mi marido. Las dos y media de la madrugada y yo sola con un tipo mujeriego que ha estado toda la noche detrás de mí.
Pongo el bolso sobre la mesa y me inclino para rebuscar de nuevo en busca del teléfono, lo encuentro y comienzo a marcar a Carlos para decirle que iré en breve. Cuando comienzo a marcar oigo que Elder sale del servicio, marco y tras unos breves tonos, Carlos contesta al otro lado.
-¿Nuria? Tranquila nena te llamé para saber si necesitabas que fuera a buscarte. –Me dice en tono cordial-
De repente las manos de Elder me rodean por la cintura y masajean mi vientre.
-Carlos, no te preocupes, iré en breve esto se ha animado, te llamo desde el aseo de señoras porque dentro no se oye el teléfono. –Le respondo con nerviosismo.
Las manos de mi acompañante se han posado en mis caderas en un movimiento cadencioso y circular.
-¡Ah! Ok. No te preocupes. Dejaré el teléfono encendido por si necesitas llamarme. –Me dice-
Elder ha colocado sus manos bajo mi falda y está sobando mi entrepierna pausadamente, con deleite.
-Claro cariño, no creo que tarde mucho. –Le digo-
De repente Elder, quizá movido por mi pasividad, agarra mis bragas por los laterales y consigue bajarlas hasta las rodillas, instintivamente intento cerrar las rodillas.
-¿Te has divertido esta noche, Nuria? –Insiste Carlos no queriendo dejar la conversación telefónica aún.
Elder me besa el cuello lascivamente, me mordisquea el lóbulo de la oreja, me frota el pelo con su mano mientras la otra sigue jugando con mi sexo.
-Pues sí, la verdad cariño,… están casi todos los compañeros de trabajo,…ufff, mañana me levantaré tarde. –Le respondo entrecortadamente intentando por todos los medios que Carlos no se de cuenta de lo que está pasando.
Elder con una de sus manos me empuja despacio por la cabeza hacia delante dando a entender que me incline sobre la mesa, obedezco y me apoyo con los brazos sobre el escritorio mientras sigo hablando con Carlos. Remanga poco a poco mi falda y la coloca a la altura de las caderas dejando mi liguero al descubierto. Se me hace difícil mantener la conversación, quiero que Carlos cuelgue ya, pero sigue hablando y hablando ajeno a lo que está pasando.
-Ja, ja, ja, ja. Tranquila que mañana te dejaré dormir todo lo que quieras. –Me dice Carlos entre risas.
Elder se ha puesto de cuclillas y con sus manos completamente extendidas agarra mis nalgas y las abre todo lo que anatómicamente puede permitirse. Su lengua inmediatamente se introduce en mi vulva y comienza un hábil masaje que me hace ruborizar cada vez que pasa por mi clítoris. No se cuanto tiempo podré mantener a Carlos en el engaño.
-Estaría… todo… el… día…, palabra. –Le respondo con problemas notorios para articular la frase-
Elder pasa su ágil lengua por mi ano y a punto está de arrancarme un grito de placer.
-¿Te pasa algo, Nuria? –Me pregunta Carlos un tanto sorprendido-
Mi laborioso compañero está enfrascado con su cara enteramente metida entre mis nalgas de manera que por mis muslos chorrean gran parte de su saliva mezclada ya con mis jugos vaginales. No consigo que Carlos termine la conversación, se dará cuenta en breve de lo que está pasando. Con el teléfono en una mano consigo a duras penas voltear la foto de Carlos, que está sobre mi escritorio. Me incomoda ver su imagen mientras otro me folla en su presencia.
-Nada,… cariño,… es que,… mientras,… hablo,… contigo,… me espolvoreo,… la nariz y,… las mejillas. –Le respondo ya fuera de mí.
Elder se ha incorporado sabedor de la conversación y quiere saciar su machismo morboso para demostrar su virilidad. Conocedor de la posición incómoda en que me encuentro, tira de mis bragas y consigue romperlas de un seco golpe, se coloca detrás de mí y tras bajarse los pantalones y sus calzoncillos coloca su erguido y descomunal miembro a la entrada de mi sexo ya completamente húmedo por la excitación.
-¡Ah!, discúlpame. Creí que tenías algo en la voz. –Me dice Carlos un poco más tranquilo.
Su polla se adentra por completo en mis entrañas, tal es la facilidad. Quiero gritar y no puedo.
-Cariño,… debo,… dejarte. Ya,… hablamos ¿Sí? –Le digo fuera de mí-
-¡Ok!, Pásalo bien cielo. –Me dice al despedirse
Suelto el teléfono sobre la mesa a terminar la conversación y me concentro por entero a la polla de Elder que entra y sale sin parar, sin impedimento alguno. Me agarra fuertemente por las caderas mientras yo, en la posición vulgarmente llamada del perrito soy follada por este brioso morenote venezolano.
-Sí,… Sí,… Sí,… fóllame cabrón, fóllame con fuerza, ¡Ah! sí,… ¡Ah! ¡Ah! sí,… ¡Ah! sí.
Estaba a punto de desmayarme de placer, Elder seguía martilleando mis entrañas con denotada furia. Parecía que no había estado con una mujer en años, como si el mundo se acabara mañana. Yo por mi parte intentaba agarrarme a lo que encontrara pues mis piernas perdían fuerzas por el martilleo constante de este macho. Me agarraba a los lados de la mesa, al frente, encima, no había un asidero fijo que sujetara mi cuerpo movido por los empujes del macho acoplado a mi espalda.
-¡Ah!, ¡Ah!, ¡Ah!,… ¡Aaaaaahhhhhhh!, ¡Aaaaahhhhhh! –Gritaba como una posesa a cada embestida de la polla de Elder –
Teniendo en cuenta la diferencia de cuerpos, él mide más de 1,80 y yo 1,58 era bastante difícil para mí, conseguir aguantar el empuje de Elder. Mi piel blanquecina recibiendo tamañas embestidas habían convertido a mis nalgas en un verdadero suplicio, estaban completamente rojas de los golpes de su pelvis.
Elder bramaba ahora con fuerza mientras yo chillaba de placer. Sabía perfectamente que el vigilante nos estaba oyendo pero era incapaz de pensar racionalmente y mucho menos actuar.
-¡Fóllame, cabrón! –Le gritaba sin parar-
Él era consciente de mi sometimiento y le daba con más brío si puede.
-¡Toma, puta! ¿Te gusta, verdad? –Gritó por primera vez en esa noche de lujuria-
-¡Sííííííííí!,… ¡Síííííí! ¡Aaaaaahhhhh!,… ¡Aaaaaahhhhh!,… ¡Aaaaaahhhhh! –Gritaba yo a cada acometida de Elder-
De repente, Elder dejó de agarrarme mis caderas y sus manazas se agarraron a mis hombros, dando un nuevo estilo y profundidad a las embestidas que me daba. Efectivamente, al agarrarme por mis hombros me atrajo hacía él con fuerza lo que motivó que todo su miembro se hundiera sin dilaciones en mi mojado coño. Eso hizo que arqueara la espalda y por lo tanto tuvo mejor posición para follarme profundamente. Creí morir de excitación me corrí como una chiquilla.
De repente Elder se detuvo y se desacopló me retiró de la mesa del escritorio y me puso en el suelo, a cuatro patas con la cara sobre la alfombra, abrió mis piernas que estaban apoyadas con las rodillas sobre la alfombra y me hizo levantar el culo lo más que pude mientras inclinaba mi espalda a su vez. Coloco su ennegrecida polla en la entrada de mi ano y comenzó a hacer fuerza sobre él. Instintivamente hubo la natural resistencia, pero yo hago sexo anal en cada copula prácticamente así que no era novata, lo que sí era distinto a otras veces era el tamaño desproporcionado de su polla con respecto a mi culo. Aún así Elder tuvo especial paciencia y fue introduciendo poco a poco su falo. Una vez estuvo totalmente dentro se contuvo y comenzó poco a poco a cabalgar mi estrecho culo, la inicial molestias del principio pasó a un unos estertores orgásmicos de incalculable intensidad.
-Te voy a romper ese culo, mami. –Me decía mientras bramaba y cabalgaba con especial furia, mu culo se abrió para dar paso a esa descomunal verga hasta el punto que no era capaz de mantener el equilibrio. Él me montaba con tal furia que al poco tuve que dejarme caer sobre la alfombra sin que Elder se separara de mi cuerpo siguió sodomizándome aún estando totalmente tumbada sobre la alfombra. Mis piernas se abrieron para recibir el falo carnoso que pujaba por hundirse dentro de mí.
-¡Aaaaaahhhhhh!,… ¡Aaaaaahhhhhh!,… ¡Aaaaaahhhhhh!,… ¡Aaaaaahhhhhh!,… ¡Aaaaaahhhhhh!,…-Gritaba como una loca mientras me corría-
-¡Tooooommmmaaaa,… toooooommaaaaa,… puuuuuttttaaaaa¡… ¡Aaaaaaahhhhhhhhh! –Elder se corrió en mis entrañas mientras bramaba como un toro salvaje-
Seguí espatarrada sobre la alfombra mientras Elder se desacoplaba poco a poco y se tumbaba a mi lado.
-¡No jodas, mamasita, ha sido la mejor cogedera en años. Tienes la colita mas estrecha que he visto, esta vez estás preparada para recibir lo que sea, créeme, mami. –Me dijo entre jadeos mientras su seminal virilidad comenzaba a salir de mi culo como prueba de lo que momentos antes había ocurrido.
Me incorporé con dificultad y ni siquiera me aseé, me arreglé como pude el pelo y la falda, recogí mis bragas rotas, las metí en mi bolso y recogí el teléfono de la mesa, Fue en ese momento cuando me di cuenta que aún estaba abierta la conversación con Carlos.
¡Dios mío! Lo ha oído –Pensé, y me llevé el teléfono a la oreja.
-¿Carlos? –Dije-
-¡Sí, Nuria, aquí sigo! –Respondió Carlos